jueves, 21 de julio de 2011

The healing game.

Mirar para atrás. Dar vuelta la cabeza y observar los pasos dados, las relaciones tejidas, las perdidas, los caminos recorridos, ya sean largos, cortos o sinuosos, los callejones que te hicieron dar vuelta atrás y comenzar de nuevo, las rutas evitadas y los senderos andados una y otra vez en busca de algo que no siempre estuvo muy claro qué era.

Mirar para atrás. Fijarse en qué se hizo bien, en qué se pudo haber hecho mejor, en qué se hizo mal y en qué directamente no se hizo nada. Hacer una vista panorámica, y luego otra más detallada, y observar cómo hay ciertas cosas que nunca fueron concretadas. Querer revisarlo todo de nuevo con el objetivo de arrancar de nuevo y esta vez hacerlo mejor, o al menos bien. O tal vez no querer  hacer nada, y simplemente verlo todo por curiosidad, por el simple hecho de mirar.

Mirar para atrás. Ya por tercera vez, y en esta oportunidad quién lo hace ya es porque algo quiere obtener. Ya sea la satisfacción de comprobar que todo fue hecho como se debía, por la necesidad de saber qué se hizo mal y como se podría enmendar, o por el contrario con el fin de volver a la mente viejos recuerdos que te ayuden a apaciguar males del presente.

Mirar para atrás. Algunas personas son expertas en ello, otras lo hacen de tanto en tanto sin un objetivo fijo, y hay también un grupo que prefiere evitarlo, ya sea por el dolor que ello le causa o por la indiferencia que le genera.

Mirar para atrás. Hoy yo miro para atrás, miro un año en el pasado y veo a un adolescente que consideraba que nada malo pasaría, que otros incidentes de la misma índole ya habían ocurrido, y que este no era ajeno a los demás. Que era una estupidez, que mañana todo iba estar bien, que con una con una ducha todo se solucionaría. Miro a un joven ingenuo. Uno de esos que llevan el verso “every little thing, it’s gonna be alright” tatuado en la frente, y que no aceptan otra cosa por verdad. Miro a alguien que ni siquiera se preocupaba demasiado por la situación, ya que no exigía preocupación alguna, y tan es así que con la misma actitud con la que atendió aquella llamada, fue con la que la cortó. Y siguió estudiando para algún difícil parcial que lo atormentaría días después. Actitud con la que llamó a su mejor amiga para contarle la desagradable noticia, pero no con aires de sufrimiento, más bien con el pensamiento de que era un hecho solucionable, y que pasada esa noche, se solucionaría. Y pasó esa noche, y a la tarde siguiente, cuando otra vez la llamada internacional se realizó, todo estaba mejor. “Está mejorando”, me dijeron. Y así era en realidad, todas las pequeñas cosas parecían estar bien.

Mirar para atrás. Avanzar dos días y que tu mundo se desmorone a tus pies. Que la esperanza muera con otro llamado. Que el sufrimiento más grande jamás imaginado inunde tu ser, con la fuerza con la que una ola del Pacífico arrasa poblados enteros en cuestión de segundos. Así, tan así como lo escribo. Te hallabas otra vez estudiando, esta vez el día del parcial de filosofía había llegado y en cuestión de horas te enfrentarías a la hoja en blanco que deberías de llenar con cuantos conocimientos habías podido aprehender en las clases anteriores. Y por supuesto dejaste tus libros y cuadernos al costado de la cama, te acostaste y no hiciste más que llorar. Derramaste las lágrimas más reales que jamás te hubieras imaginado, esas que nacen en los más profundo de tu ser y que vienen cargadas de los más dolorosos sentimientos.

Mirar para atrás. Y ver cómo pasó un año entero, de Julio a Julio, de 21 a 21. Ver, o más bien sentir cómo se apagó una luz en tu vida, en la de tu familia, en la de una madre, en la de una abuela, en la de una amiga. Ver como ese foco indispensable en el sendero que tú transitas día a día se extinguió, dejando parte del camino a oscuras, sin posibilidad de ver nada, de sentir nada. Ver como las andanzas de tu vida se vieron de pronto interrumpidas por un bache imposible de rellenar, imposible de tapar, imposible de pasar sin mojarte los pies. Pero a su vez ver cómo te rodeaste de personas muy cálidas, muy afectuosas, muy amables, y tan indispensables como aquella que perdiste, que te ayudaron a surcar ese pozo en la calle. Individuos a los que les debes mucho, a algunos más, a algunos menos, pero sin los cuales todo hubiera sido casi que imposible de hacer.

Mirar para atrás. Extrañar, añorar, desear, sufrir, llorar, quedarte sin palabras, sonreír como ella hubiera querido.

Mirar para atrás. Detener la mirada, expresar una mueca que tal solo tú entenderías, volver a girar la cabeza, mirar para adelante y seguir. 

Mirar para atrás. Saber que cualquiera fuese la razón, ahora está en paz.

4 comentarios:

  1. Mi mas sentido pesame Joaqo. Desde aqui te mando mucha fuerza gran escritor. No te conozco personalmente (aunque me gustaria algun dia poder hacerlo) pero conmigo cuentas para lo que necesites. Entre escritores (aunque todavia soy un intento de escritora) nos apoyamos y nos enviamos fuerzas. Realmente tus palabras me llegan al alma. Y eso es para lo que realmente nace un artista. Si, asi como digo. Lo tuyo es arte Juaqo. Es arte en todo su esplendor. Porque estoy segura que sos un escritor en bruto, un escritor innato y que tiene mucho en su interior por demostrar. Besos :)

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  2. Me llego al alma lo que escribiste. No te conozco, no se porque situacion estas pasando, pero te mando muchas fuerzas, y si quieras hablar, descargarte lo que sea podes contar con migo :) Hay momentos tristes en la vida que uno tiene que vivir, y no se si se superan, pero se aprende a convivir con ese dolor, angustia. Me hiciste recordar a un accidente que sufri con mi familia, sinceramente me hiciste caer una lagrima.
    Te mando un beso enorme, y muchas pero muchas fuerzas!!

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  3. Me ha conmovido mucho tu texto; las pérdidas siempre nos ubican en un sitio submarino, al fin y al cabo solitario y provisto de muy particulares espejos.

    Sea como sea, suelo pensar que lo que se queda debía quedarse,
    y lo que se fue debía irse...

    no lo sé; de todos modos, llega el día en que una palabra, un gesto, un chiste, una publicidad... nos pone en ESE DÍA de nuevo(y parece que nos enteramos de nuevo),
    no obstante, con sus idas y vueltas, el tiempo sigue siendo el enfermero más confiable de las almas.

    Desde Argentina, te mando un abrazo gigante Joaqo.

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  4. Me hiciste llorar D:
    Yo también estuve en ese lugar de esa adolescente naive, que creía que esas cosas no le pasaban a gente como ella. Que equivocada estaba.
    Sabes cuanto te entiendo, más de lo que me gustaría, y me diento horrible por no haber estado ahí para apoyarte y ayudarte aunque fuera un poco.
    No está mal mirar para atrás de vez en cuando, recordarlos y (como vos dijiste) seguir sonriendo como ellos hubieran querido que hiciéramos y que no importa donde sea que estén, están bien.

    Te quiero muchísimo amigo<3

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