domingo, 30 de enero de 2011

Ah, listo.

¿Qué onda? ¿Somos TODOS amigos ahora? 

Un día no sos NADIE y al siguiente andas posteando esto y aquello por aquí, por acá y por acullá. Mandando mensajes, haciendo llamadas, ¿saliendo a bailar? No entiendo, la verdad que no entiendo un carajo qué es lo que ocurre. Y encima, como si fuera poco, abres tu boca y con ello dices un montón de líneas, frases y oraciones subordinadas que me afectan a mi. Cosa que no me parece para nada bien. Las cosas hay que hacerlas bien, y que hayas aparecido de la noche a la mañana no quiere decir que ya puedas andar por ahí haciendo lo que quieras, actuando como quieras y jugando a ser grande y tenerlas todas claras.
¿Quién te crees? Para mí, eres solo un pequeño pez de arroyo jugando en el océano, y debo de advertirte por tu propio bien, que en el gran mar hay peces mucho más grandes y tiburones, feroces tiburones de esos que poseen tres series de dientes cada uno más afilado que el anterior. 
Mira que aquí las cosas se aprenden a los tumbos, y uno se da muchos pero muchos porrazos. Y duelen, oh sí que duelen.
La actitud no es ir por la vida hablándote con esta y con aquella, imponiendo opiniones y jugando sucio. No, si hay algo que no toleraré es el juego sucio. Podré ser egoísta, narcisista, antipático y hasta idiota, pero que cumplo reglas y códigos más viejos que yo, los cumplo. El doble discurso me parece patético. Un día soy una persona importantísima en tu vida, a la que le debes mucho, a la que le agradeces más aún y a la semana ¿"te chupo"? La verdad es que no te entiendo. Es cierto que al separar nuestros caminos podía pasar que nos volviéramos a encontrar y no en el mejor de los cruces, pero eso no quiere decir que te tuvieras que interponer en el camino de nadie. Yo llegué primero y por lo tanto reclamo lo que es mío. Tarde piaste querido.
Así que ya sabes, aquí las cosas son sencillas. Tú te ubicas en tu lugar, y todo sigue su curso normalmente. Y por favor, no te entrometas en lo que no te incumbe, no vengas si no te llaman y no trates de hacerte el vivo que después de todo cuando tú comprabas las naranjas y los duraznos yo ya me había tomado el licuado.


Pendejo.




Gorda Pelotuda.

Mañana en casa.


¡Oye! ¡Hey! ¡Gorda! Despierta. Te espera un largo día.
Hoy vas a tener que mirarte al espejo y decirte: ¡Qué cara' están las papas, che! Te vas a bañar, y mientras lo hagas, recorrerás toda la extensión de tu cuerpo con tus regordetes dedos, notando lo mucho que te cuesta llegar al extremo de ciertas extremidades y como hay partes de tu enorme cuerpo que se agrandan con el paso de los días, pero que mintiéndote descaradamente a ti misma, las sientes y te dices: me hinché.
Del ropero eliges aquel vestido ancho, de lineas verticales que tanto te gusta y que tanto usas para, como ya todos saben, disimular la contundente pelota que cargas a todas las partes.
Tomas tu bolso y saltas (bah, más bien caminas) a la siguiente habitación. La sartén cruje, la taza ya está cargada de café, los huevos van tomando color gracias a la innecesaria cantidad de manteca que les has puesto, y tú te arrimas contenta a la mesada de la cocina para manducarte toda esa enormidad de comida que devoras vorazmente en un abrir y cerrar de ojo. Tu estómago cruje un poquito, haces un corta parada en el baño, y te pones el saco negro que te regalaron para navidad.
Abres la puerta, y te vas a la parada del colectivo.
Otro capítulo comienza, éste de cierra.



jueves, 20 de enero de 2011

6 meses.

[Escrito para ser leído el 21 de Enero del 2011, publicado el 20 del mismo mes debido a que no sé si lo podré publicar el mismo día.]




En la vida de una persona promedio, seis meses no representan algo muy trascendental. Medio año, veinticuatro semanas no es mucho. No quieren decir mucho. Pero claro, eso en la vida de un pibe común y corriente, al que nada le ha ocurrido y el cual por nadie tiene que llorar.
Para mi seis meses son el tiempo transcurrido desde que te fuiste. Desde que desapareciste de la faz de la Tierra en alma, desde que falleciste.
Y uno se pone a pensar. 
En este tiempo terminé otro año de liceo, di mi primer examen (y lo salvé), me fui de vacaciones, me enamoré una vez, hubiera sido tu cumpleaños, fue el mío, fue navidad y hasta cambiamos el calendario de la cocina por uno nuevo. Pucha que se hacen cosas en seis meses que, a la vista de alguien inalterado por las desgracias que a veces ocurren, son insignificantes y carentes de sentido, pero que para una familia y un montón de amigos, se transforman en el primer mes sin, en el primer cumpleaños sin, en la primer navidad sin, y se siente eso, se siente en lo profundo del corazón, muy adentro, donde a veces uno se olvida que algo había ahí.
El tema es que el 21 ya es una fecha en la que algo más pasa. Este 21 es el cumple de Toni, y el de Febrero es el de mi viejo y el de mi amiga del Urban y en Marzo va a ser otra cosa, o sea, estoy llevándola y dándome cuanta de que ya van a ser 6 MESES, o sea, MEDIO AÑO. Un montón, un montonazo.
Este período de tiempo equivale a la cuarta parte del tiempo medio de "luto" establecido por psiquiatras en casos de esta índole. En otras palabras, un cuarto de dos años. Y sí, también fui a la psiquiatra debido a la perdida que hoy cumple seis meses, además de un par más que venía arrastrando. Ahora que lo pienso bien, lo único que no he perdido es la cabeza, debe de ser porque está pegada, y muy bien pegada. La doctora, la mujer con la que charlaba los jueves por la tarde la tiene muy clara (cosa que vengo repitiendo hace rato). Gracias a ella, en parte, es que mi punto de vista a cambiado y bastante. No voy a comenzar con el "carpe diem" y con la filosofía de vivir cada día como si fuera el último, pero no voy a negar que aprendía a valorarla distinta a la vida. Hoy por hoy mi perspectiva acerca de lo que ella significa y representa es mucho más amplia y puedo considerarme un "buen viviente". Y a lo que la psiquiatra también me ayudó fue a asimilar mejor tu partida. Hoy puedo estar escribiendo esto por segunda vez sin derramar lágrimas, y no es que no las sienta, que no me pesen o que mis ojos no se pongan vidriosos, pero puedo perfectamente escribir acerca del tema, hablar acerca de él, sin llorar.
Seis. Número maldito para el cristianismo, tanto que todavía me acuerdo del día seis de junio del dos mil seis (06.06.06 o 666) cuando toda, y no exagero, toda mi clase de primero de liceo estaba alborotada y hablaban del Día del Diablo como si el mundo fuera a acabarse, hoy ya sabemos que eso ocurrirá el 21.12.2012.
Me fui por las ramas, para variar. Tanto que esta es la sexta hojita del block en el que lo escribí todo. Y para quedar bien con la numerología, también será la última.
En resumidas cuentas, por más de que el maldito vacío a veces se presente, afortunadamente con cada vez menos frecuencia, ya pasaron seis meses desde que te moriste Yumi, ya pasaron seis meses desde que hablo acerca de mi hermana en pretérito, ya pasaron seis meses desde que te fuiste.
Y sin previo aviso, derramé una lágrima.

Llamada perdida.


- Hola.

- Hace mucho que no te llamaba, que no hablábamos.

- ¿Cómo estás?


- Pa, la verdad es que tengo ganas de salir contigo y que pongas cara de pancho porque necesito reirme un poco.


- Y quiero tomar vino, SÍ, quiero tomar vino con vos e ir por la rambla, caminar, charlar, joder, pelotudear un rato y nada, eso. ¿Cómo estás?




- Creo que ya te lo pregunte eso.


- ¿Y la UTU?


- ¿Terminaste 2do nene? ¿O vas a recursar dos materias?


- ¿O tres como la Letu?


- ¿Sabés qué? Te extraño. Listo, lo dije.


- Yo sé que atomizo (como en la Open, perdón por eso), pero contigo necesito decir las cosas.




- Ale, me voy a cenar, Pati hizo milanesas.


- Te quiero mucho abollado, chau.




[Y este es el momento en el que aprieto el botón rojo y suelto una lágrima, como ahora].