martes, 23 de junio de 2015

Pas de deux.

A veces la extraño, la extraño como la extrañaba aquellos días, cuando hacía muy poco que la lloraba.
Por algún motivo que desconozco, se ha estado presentando con más regularidad últimamente. No han sido muchas, sin embargo, las intromisiones. 
Era hace unos meses y el día estaba pesado. Era uno de esos días húmedos y grises, que no dejan pensar y que pareciese colocasen una especie de velo sobre los ojos, que desdibuja los contornos y nubla el espectro. El sol, oculto entre las nubes, se hacía sentir de todas maneras. El calor era insoportable y no había ser humano en la calle que no sudase, aunque fuese un poquito. Para variar, era martes, así que la pesadilla meteorológica debía de ser incorporada a la rutina diaria, que no admitía cambios por cuestiones climáticas de esta índole. Era, en fin, un día de mierda.
Había comido hacia poco y sabía que la clase de ballet no era buena idea. Igual fui. Calenté incómodo y comencé la clase desconcentrado. No lograba seguir el compás de la música ni sacar pecho, y la frustración iba en aumento. Antes de media hora de iniciada la clase me estaba retirando, simplemente no podía seguir.
Y ahí llegaste vos. Estiraba y miraba por la ventana. El edificio de enfrente gris, el cielo gris, la calle gris. 
Y ahí llegaste vos. Sin avisar, como de costumbre. Comenzaste chiquito, como quien escarba la pintura de una pared con la uña y deja un marquita, y rápidamente te expandiste por todo el espacio, con el raudal de siempre. Una vez más decías presente, pero esta vez algo era distinto, algo era nuevo. No sabías lo que estaba pasando, qué estaba haciendo. Todo esto era nuevo para vos, casi tanto como para mí.
Y ahí llegaste vos. Y te lloré. Y silenciosas lágrimas rodaron por mis mejillas y cayeron al piso, confundiéndose entre las gotitas de sudor. Y me retorcí por el piso, rodé y rodé, tratando de materializar el dolor y apaciguar el llanto. Me detuve, sequé mi cara y volví al suelo. Hecho una bolita me aferraba tu imagen y no dejaba que se fuera, no quería que se fuera. 
Y ahí llegaste vos, ocupando un nuevo lugar. Llegaste con la intención de adueñarte de una sensación más, de reclamar como tuyo algo que nunca lo había sido.
Y ahí llegaste vos. Y ahora también estás cuando bailo.