martes, 19 de julio de 2011

J'ai tué ma mère.

 A veces llega un momento, ya sea una ruidosa tarde en un parque, una mañana soleada al regreso de un boliche, o una noche lluviosa después de ver una película en tu habitación, en el que te das cuenta de algo.

A veces esa revelación no es más que una falsa epifanía y todos los grandes pensamientos que maravillosamente llegaron a tu mente no son más que ideas sin sentido, sin principio ni fin, que te conducen a delirar y a pensar en utopías, en tierras lejanas que solo gracias a tu imaginación eres capaz de explorar y que en cuanto llega la hora de darse cuenta de que tan solo estabas soñando despierto y que todo no era más que una fantasía, terminas hundiéndote muy profundamente, en un océano oscuro y solitario.
Pero a veces, esa lamparita que sorprendentemente se encendió e iluminó cada rincón de tu cabeza, existe, es real. Y te impulsa, te impulsa a querer actuar, a querer hacer cosas, a querer realizarlas, a querer obrar, trabajar, crear, realizar, construir, efectuar y cuantos verbos más que indiquen llevar a cabo una acción se te ocurran. Te encuentras en un punto en el que te das cuenta que el cambio tiene que ser ya. La espera terminó, y por más que te parezca que puedes quedarte un minutito más en la cama antes de levantarte, no es así. Ya que si no saltas de la cama en el preciso instante en el que suena el despertador, estás frito.

Y es impresionante como ver una película que te recomendó tu novio te toca. Y por más de que al final diga: “Toute ressemblance avec des évènements réels ou des personnes vivantes ou décédées ne peut être que fortuit” (la versión en francés del texto que aparece al principio de la comedia que avisa que todos los hechos y/o personajes siguientes son ficticios, y que cualquier relación con la realidad es pura coincidencia), tú te sientes identificado. Mucho. Reitero, es impresionante como la trama de tu vida, de tus relaciones humanas, se vea tan íntimamente plasmada en la trama de un filme. El uso de palabras extravagantes, subir el tono en discusiones constantes y sin sentido, el amor por escribir, la homosexualidad, la capacidad de no entenderte ni un poco con ella, imaginarte que agarras la vajilla y la arrojas por los aires con el objetivo de que impacte en el ventanal, pero no hacerlo, que hoy te diga que sí, y que luego se olvide por completo de la conversación, que todo quede en un “veremos”, y que nunca se vea, odiarla con toda tu alma, decirle que la quieres, pero aun así odiarla. Y como estas un millón de cuestiones más que ocurren en la cotidianeidad de una relación madre-hijo cualquiera, pero que en este caso es impresionante, digo por tercera vez ya, la similitud.

“La quiero, pero no es el amor de un hijo. Es extraño. Si alguien le hiciera daño mataría a esa persona. Pero a la vez conozco a cientos de personas a las que quiero más que a mi madre. Es bastante paradójico. Eres incapaz de querer a tu madre, pero no eres capaz de no quererla”.

Creo que no hay mejores palabras para describir lo que me pasa, lo que siento en realidad. Ese continuo intento por salvar la relación, y esas continuas frustraciones que ocurren cada vez. Y quisiera poder hacer algo, pero ya no puedo. Ya todo escapa de mis manos, y a pesar de cuanto quiera, de cuanto haga, there’s no turning back. Ya que, como me introdujo el término un amigo de mi padre hoy a la tarde, yo ya maté a mi madre.


1 comentario:

  1. Me llego a los mas profundo. Te juro. No se si por el film o por la lamparita y todo aquello que luego mensionaste. Es tremendo. No entiendo tanto tu situacion respecto a lo de la relacion madre-hijo. Bastante ha luchado mi vieja por mi y no me va a dar la vida para agradecerle creo que estoy bastante en deuda con ella. Pero bueno en algun momento se lo retribuire. Pero en fin escribis excelente y sabes expresar claramente tus emociones Joaqqo. Eso es algo muy importante para un escritor. Buen futuro tendras como tal. Si asi lo quieres.
    Saludos

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