lunes, 24 de febrero de 2014

Nemo.

Hay muchas cosas que de un momento a otro abandonan su estadía en el presente para alojarse en el pasado. Mucha gente que ya no está y que aún así la sentimos, porque todo es tan reciente, como si el aire que respirásemos no hubiese cambiado todavía. 
Y ciertamente a algunas de esas personas uno decide dejarlas de lado. Porque maduraste, porque pasaste del liceo a la facultad, porque te mudaste, porque cambiaste de boliche, por lo que sea. Esa gente con la que estaba todo bien, con la que te re divertías, con la que la pasabas genial, con quienes, en cierta forma, eras feliz. Gente que de repente vas dejando de ver, dejás de escribirles, dejás de agitarlos para salir, en fin, con quien dejás de llevarte. Y un día, ya sea una semana, un mes, o incluso un año después, te das cuenta que esa persona ya forma parte de ese pasado. Posiblemente, porque este es un país chiquito (y el mundo en general es chiquito), se vuelvan a cruzar y, posiblemente, se saluden, se pregunten al unísono "¿todo bien?", y sigan sus caminos. Y por un breve momento aquella persona volverá al presente, para irse nuevamente al pasado. 
Bueno, ahora pensalo al revés, pensá que sos vos al que dejan de hablarle, al que dejan de invitarlo para salir, al que dejan de preguntarle cómo está. A quien ignoran y eliminan de su cotidianidad. 
"Así que es así es como se siente ser olvidado".

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