martes, 25 de febrero de 2014

Desesperación.

Tu corazón es un relajo, y no lo admitirías. 
Un tardío despertar, seguido del llanto más largo que has dado en mucho tiempo, ¿qué te sucede?, ¿qué ha suscitado todo esto? 
Y cuando menos te los esperas, te toma por la espalda, y te abraza. Pero no es un abrazo cálido, no, es el frío apretón de la memoria, que a veces ayuda, cura, ordena, mas otra tantas hace la de tapa. Toma todo lo que más te hace sufrir, lo hace una bola, y lo mete en el fondo de un obscuro y poco visitado pozo. De momento, todo esto te hace sentir muy bien, pero de tanto en tanto, todo sale. Son constantes las ganas de ver la luz, pero por lo general lo controlas. 
Hoy no, hoy salió con un raudal inconmensurable que te arrastró al vacío. O más bien el vacío se arrastró hasta ti. Vino, se instaló, volvió. La presión en el pecho, el latido entrecortado, el dolor. Duele, mucho. Duele como hace rato no duele. 
¿Por qué?, ¿qué está pasando ¿Estaré precipitándome a conclusiones demasiado tempranas si creo que en realidad todo eso que ahora está aflorando siempre ha estado en el mismo lugar y es lo causante de mi desvariar reciente? La inspiración, la bendita inspiración que no viene más. Nada me mueve, nada me excita, nada me motiva. Y, sin embargo, aquí está el vacío una vez más. No sé si quiero seguir sufriendo así. Quiero dar un paso adelante, ¿por qué esta repentina marcha atrás? No tiene sentido. Y todo esto que estaba guardado en mi interior, que me carcomía lentamente, como el fuego en la braza, que me impedía moverme adelante. Y toda esta catarsis, espero, deseo, que signifique un nuevo arranque.
¿Por qué todo esto?

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