lunes, 30 de junio de 2014

Ilu.

Te conocí una agradable noche de octubre, entre copas y risas, rodeados de afectos, de arte, de belleza. Tu mirada cayó sobre la mía e instantáneamente me sentí abrazado. Tus dulces ojos me envolvieron y elevaron mi espíritu a un lugar cálido y lleno de amor. Si alguna vez me había sentido igual no lo recordaba, mas nunca olvidaré cómo me sentí en ese momento. Tú dijiste algo, yo enmudecí, contesté alguna incoherencia, sonreíste. Tu sonrisa le devolvió a mi lastimado corazón la fuerza para llenar mi cuerpo de felicidad. Sonreí.
Otra noche, esta vez otoñal, nos volvió a encontrar sonriendo y otra vez me miraste fijamente y otra vez mis piernas temblaron, mi garganta se anudó y volví a sentir aquel cosquilleo de la noche del primer encuentro. La misma mirada, la misma expresión, las mismas ganas de tomarte en mis brazos y que nos fundiésemos en un beso.
La tercera vez nos besamos. Y fuimos uno. Y el tiempo discurrió tan lento, tan lleno de caricias. Tus brazos me acurrucaron y abrigaron. Tú sonreíste una vez más, yo soñé plácidamente.


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