lunes, 21 de julio de 2014

Fyra.

Con la cabeza bien alta, casi en las nubes, transito mis días. Haciendo esto, haciendo aquello, haciendo nada.
Todo el tiempo buscando algo que no sé qué es, insatisfecho, a medio llenar, a veces desesperanzado.
Y llego constantemente a encrucijadas, a respuestas sin preguntas. Si pudiese detener los relojes del mundo entero y por un instante respirar con la tranquilidad de que el aire está fijo y que no estoy renunciando a nada.
Estoy ahí, en ese punto, tú lo conoces. Tú lo viviste, tú lo sufriste, tú no pudiste. Y aquí yo, repitiendo, sin guía. 
Si tan solo aparecieras y me aconsejases, qué tanto más fácil sería todo.
Pero sólo en sueños, cuando los tengo, es que logro conciliar mi realidad y mi expectativa.
Ya no quiero llorar más, mis ojos rojos e hinchados dificultan mi visión y mi voz entrecortada da una imagen de mí que dista de lo que soy, o capaz que no.
A veces me pregunto, equívocamente, cómo sería. A veces no, dejo de llorar, me armo de energía y salgo a la calle a hacer aquello que creo que tengo que hacer.
Y después de que todo el dolor se ha ido, con la cara seca, una mueca que simula un sonrisa y la mirada relajada, vuelvo a la actividad, a olvidar por un rato, inútilmente, todo lo que me pesa.
Hasta que una sonrisa, una canción, una experiencia me transporten nuevamente a ese lugar que llevo dentro, donde no llevo más que recuerdos y sensaciones que van perdiendo su calor.
Y cada día un instante volver a pensar en ti.

No hay comentarios:

Publicar un comentario