jueves, 3 de febrero de 2011

Yo no se por qué.



































Un día te despertaste y dijiste: ¿dónde quedaron los juegos de cuando éramos niños? Y ahí lo notaste, ya no estaban. Te calzaste las pantuflas y empezaste a recorrer espantado tu habitación de un rincón a otro, sin hallar nada. Primero buscaste abajo de la cama, seguiste por arriba del ropero y llegaste hasta el fondo de la repisa pero, nada. Allí no había nada. Un poco más tranquilo, pero todavía asustado decidiste pellizcarte para ver si todo eso era o no un sueño, dolió, así que estabas despierto. Fuiste al baño, en un intento desesperado por descubrir si los juegos se escondían detrás de la cortina de la ducha, pero no, la corriste y no había nada.
Fuiste al patio del fondo, y te diste cuenta de que las hamacas de madera que te había hecho tu tío para tu sexto cumpleaños no estaban más y en su lugar había un montón de hojas y ramitas resultantes de la poda de los pinos. Con tu mano derecha restregaste tus ojos para comprobar si lo que veías era cierto y así era, allí no había más que un cansado perro durmiendo, pasto, una parrilla sucia de hollín y un pequeño cobertizo con la puerta algo arruinada por la humedad, lo que te dejó desolado. ¿Tan rápido había corrido el tiempo? ¿Hacía tanto que habías descartado ese precioso tobogán por el descodificador digital? Las preguntas eran obviamente retóricas.
Entraste, te serviste un café y cuando tu hermanita bajó de su habitación al comedor la saludaste con un beso y un largo y apretado abrazo que le dejó los bracitos doloridos, cosa que impresionó un poco a tu madre. Se sentaron a la mesa y le preguntaste si se acordaba de sus juegos de niña, de los libros de cuentos, de las "aventuras en el cantero del medio", y te contó acerca de una mujer. Una mente brillante, una verdadera maestra del entretenimiento infantil. Luego de contarte acerca de como mataba las aburridas tardes de siesta con sus canciones, tanto tú como tu hermanita se miraron con cara sorprendida. ¿Pero cómo es posible? Estás hablando de la misma autora del pequeño librito acerca de la "Jirafa no sé qué" que tanto te gustaba de pequeño y de la canción que hasta el cansancio escuchaba tu hermanita en formato mp3. A lo que tu madre con mirada comprensiva te dijo: "Sí hijo mío, esa mujer ya ha alimentado la imaginación y ha divertido a más generaciones que cualquier otra. Le ha dado rienda suelta a su creatividad y ha demostrado que, con un par de prosas o unos minutos de música, la infancia puede ser algo mucho más hermoso y alegre". Las palabras quedaron colgando en el aire, como la lampara que iluminaba las cenas y tú simplemente sonreíste, le diste un sorbo a tu café y te fuiste a cambiar para ir al liceo. Es que sí, ya estás en tu último año, y vuelves a pensar "como vuela el tiempo", pensando como si fuera ayer cuando descalzo saltabas y bailabas en la mesita ratona del living (la cual hoy en día con solo sentártele encima se quebraría) con un calzón en la cabeza y una media en cada brazo durante horas, sin que nada te importara y con la idea de que todo era fantástico e impecable y que ese momento duraría para siempre. 






Esto va dedicado a la maravillosa María Elena Walsh que desde La mona Jacinta en 1960, pasando por Una jirafa filarmónica en el 96 hasta el clásico que luego llegó la gran pantalla en 1999, Manuelita, ¿dónde vas?, supo maravillar a generaciones de una misma familia con una magia y una sana diversión inigualables por ningún otro jamás. A la madre que todavía ríe, al adolescente que pone cara de serio pero que por dentro esboza una pícara sonrisa y a la niña, la inocente niña, que sabe que todavía faltan muchas travesuras por cometer y que muchas naranjas aún quedan por pasear de la sala al comedor.


Muchas gracias, de corazón, ya que iluminaste a este iluso y tontuelo pequeñín con tus rimas y oraciones de una manera que nunca nadie más logró durante su infancia. Ya que cada vez que pienso en alguna de tus composiciones me viene a los ojos ese brillito especial que me recuerda un tiempo pasado que tantas sonrisas me dio. Sé que esto es poco, pero es mi humilde agradecimiento. Simplemente gracias por todo lo que me brindaste. Hasta siempre soñadora.








María Elena Walsh, 1 de febrero de 1930 - 10 de enero de 2011. 

"Manuelita la tortuga" (1962):


Manuelita vivía en Pehuajó




pero un día se marchó.
Nadie supo bien por qué
a París ella se fue
un poquito caminando
y otro poquitito a pie.

Manuelita, Manuelita,
Manuelita dónde vas
con tu traje de malaquita
y tu paso tan audaz.


Manuelita una vez se enamoró
 de un tortugo que pasó.
Dijo: ¿Qué podré yo hacer?
Vieja no me va a querer,
en Europa y con paciencia
me podrán embellecer.

En la tintorería de París
la pintaron con barniz.
La plancharon en francés
del derecho y del revés.
Le pusieron peluquita
y botines en los pies.

Tantos años tardó en cruzar el mar
que allí se volvió a arrugar
y por eso regresó
vieja como se marchó
a buscar a su tortugo
que la espera en Pehuajó.

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