sábado, 19 de marzo de 2011

La única excepción.

Cuando ya crees que todo está terminado, que todo por lo que creías se acabó, aparece la luz. Y te sientes bien, muy bien. Eres feliz.
Y ya están por pasar ocho meses.
Te tomas un taxi, ves cómo las fichas pasan desde las 42 a las 57 parado en una esquina, y luego, de la nada te estás besando con esa persona con la que ni se te ocurría que terminarías estando. Y vuelves a ser o al menos sentirte feliz. Y tu viejo le manda un saludo. Y son las 4 a.m. y estás escribiendo desde la laptop de un amigo en la otra punta del país, y te dices a ti mismo: "¿Qué carajos hago aquí?". La respuesta es sencilla: "Eres feliz (y pospones el inicio de clases)".
Y todo se vuelve alegre, y a pesar de escribir cual notas en una agenda, sabes que la intención es lo que vale.
Y la felicidad se presenta, con nombre y apellido.



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