Desde entonces, cada vez que emprendía algún proyecto, sin importar su índole, me la rebuscaba de todas las formas posibles para que saliera adelante. Cada vez quería algo, luchaba por ello hasta el cansancio. Y cuando ese algo era un alguien, no había nada que me hiciera entrar en razón, siempre lo valía. Valía la humillación, valía el sufrimiento, valía el desvelo, valía el reto de mis amigos, porque sabía que al final, las cosas iban a ser mejores. Que todo era como había aprendido en filosofía de cuarto grado y que se presentaban estas ocasiones en las que era necesario perecer un mal menor para luego disfrutar de un placer mayor.
Pero ahora no sé qué me ocurre. "Sí, te entiendo, está todo bien. No pasa nada, en serio.". Y así me quedo con ganas de más, así quedo inconforme, así quedo mal. No sé si es algo del momento, una respuesta de mi organismo a todo lo que me he rebajado últimamente por mi ex. Una forma inconsciente que tengo de decirme que mejor me siento a esperar antes de dar un paso adelante. A pesar de que yo no entienda por qué, yo solía llevar el persevera y triunfarás pegado en la frente, no era así. Ahora abandono.
"¿Qué me está pasando?", interrogante que no para de resonar en mi cabeza. Me mantiene en pie saber que todo esto es por ahora, y que pronto las cosas volverán a ser como antes.
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